El tiempo resbaló por su cuerpo y pintó sobre él trecientos atardeceres.
Boudelaire pasaba entre la gente y observaba como repentinamente se dorminan a su alrededor. Es que aquellos atardeceres celebraban el sueño de cuantos los observacen.
Ay, Boudelaire! No podés pintarte de utopías? Tal vez, así sus bocas no se vuelvan pasivas y sus brazos comiencen a construir el futuro que queremos.